miércoles, 9 de julio de 2014

La luz que lo ilumina todo


Incluso en la misma corteza del poema existe una diferencia, algo nuestro y personal. Ese raro juego que solo nosotros sabemos jugar, del cual fuimos unidos para crear. Sin estar contento con lo ya armado, creamos lo nuestro, las reglas que mejor entendemos, con los hermosos entretenimientos para pasar el tiempo.
Distintos y absolutamente iguales, indescifrable para ojos desentrenados que rehúsan observar.

Las miradas, dulces, añoradas. Te querré toda la vida porque los ojos no cambian, ni ellos ni el alma. Ese alma dorada resplandece al sol, brilla en las tinieblas por la luna.

He reído como nunca he podido al borde del desmayo, tragado mis propias lagrimas al evitar poder dejar de sonreír; cerrar mis labios al acercarme a ti.

Que linda sos vos, que linda es la felicidad, es raro decirlo, es tan raro sentirlo. Espero que lo que siente sea eso que a veces uno lee, o escucha decir por ahí, eso que algunos creen aunque sea mentira, yo lo vivo ahora y aquí.

Haces la jugada para ganar, ganas, que yo no intento ni puedo evitar. Me miras, te miro con descaro, me amas y te amo; lo haremos sin cambiar aunque todo alrededor pueda variar.

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