sábado, 28 de abril de 2018

Viejos hombres sin tiempo ascendientes del miedo


La bomba atómica les creo una erección tal, que recién ahora les esta subiendo sangre al cerebro.

No parece reducir la metástasis, la necrosis se extiende, bullendo con hambre entre los egos de las mentes débiles.
En el yermo de plomo las paranoias se reúnen en sectas sin plan, planeando sin ideología la anarquía de los ciegos. Cargando en plata el remedio de los miedos.
Cazando gritos, bañados en lagrimas, los cazadores se escaramuzan en indefensas dianas. Ejércitos involucrados en el vaciamiento legalmente aceptado de las venas del estado, los recursos y potestad de quien no puede luchar.
Quienes parten de la ignorancia son irecuperados, herramientas de un mundo putrefacto fabricante de esclavos. Programados en la empatía blanquecina que abraza impunemente las garras del amo, mientras el hostiar de radiaciones y pesticidas manufacturados se afianza en el común popular, urbanizando su mito, minimizando daños. Derogando consecuencias en palabras necias dictadas a humos por el político de turno, tranzando y trenzando, citando el engaño.

El castillo de sangre cimentado en cadáveres se eleva apilando cubos de carne. Las entrañas se amoldan formando esculturas que evocan la muerte misma de aquella locura.
La demencia de un rey: siervo del pasado que le fue heredado por aquellos que de igual forma fueron contaminados.

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