lunes, 31 de diciembre de 2018

Mentiras métricas


Desde siempre nos conocemos, porque el relato es fielmente extrapolable a otros tantos órganos sexuales, rostros individuales. De su interior nacieron los pensamientos repletos de respuestas gastadas, obviadas a simple vista, negadas, ocultas en desiertos de hielo, enfriadas por el despecho de quien cayeron.

De mi sonrisa invisible nace una mueca triste donde nunca hubo nada. El vació reflejo de tus expresiones entre mis brazos, apartarte con desgana para poder ver en tu cara un espejo de genero.
Tu expresión imitada dio luz y relieve a mi alma, la formar abstracta que de mis sentimientos captabas, y alucinado con la simetría de tu rostro encontré la mentira de la felicidad que expresabas como invitación para un encuentro de bocas que nunca se produjo.
Te ame en la comparación de un amor que consideraba perfecto, la historia más hermosa que sólo fue otra más de un montón de privilegiadas para el fracaso. El ave plateada que me llevo y me devolvió a tu encuentro me remato en la desesperación que dio como voto otro fracaso que curaste con tus ojos para cortar sobre quemado. Tu tatuaje sigue fresco, camuflando todo lo que se eclipsa ante tu apodo como un dios poderoso de un mundo propio. Pisando sobre frescos latidos que se alzan en el frenético palpitar de las señalas cerebrales que te recuerdan sucia y mitificadamente pura. Mi amor te ama como si pudieran apartar mis sentimientos de la verdad. Domesticando todo el odio que tu personas se merecer por ser como se es. Mugrosa la sangre y mugrosos los pies. Las huellas de un destino que se deja entrever.

Río infinito que en pedradas me destroza, fluyendo por torrentes que se amoldan a los tormentos que afloran. Llevando guijarros al comienzo del océano donde la sal termina, donde cuaja la desaparición. Evapora mis restos para recomenzar, infinidad de ruedas rotas que claman la recomposición del juego macabro que las alimenta. Muerte y resurrección para las penas.

Cuando flotando me recobro caigo para morir en tus brazos que se parten al no poder soportar el peso del amor que intento dar. Manifestando la idiotez que me ve nacer y me hace ser, tu fiel carnada para el hastío impío del amanecer, sexo prudente, cruel y fuerte, entre el ruido fluido del grito que busca lo definitivo. Un amante hecho amigo. Un amigo perdido, un pobre tipo.

La toxicidad es belleza, reflejo de miserias. La premisa y la regla, la certeza. El odio capturado en las fotos que han quedado, dadas, recuperadas o bien robadas. Da igual cual fuera el souvenir que atesoro los recuerdos del robo, pues hay lagrimas que vuelven a aparecer por los ojos que fueron testigos de un encuentro fortuito donde mi lengua encontró en ombligo, y en el un nido.
Un ángel nació cuanto te vi; aclarando que soy un férreo detractor de a quien llaman Dios.
Mis demonios son vicio de mi agnóstica creación, que sos vos. Lo peor que me ha pasado, lo que más he amado.

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