jueves, 26 de junio de 2014

Dormidos


¿Recuerda el tiempo eterno, aquella mañana otoñal donde desayunamos un sueño?

Dos tostadas saltaban mientras otra era enmantecada, la otra del par era dejada en tu plato ante la imagen de tu lengua limpiando de mermelada tus labios. Pensativa me mirabas y sonreías, de una forma sincera y distraída. Yo también pensaba, recordaba aquel sueño con el que desperté a tu lado aquella mañana. Ante el cruce de miradas hablamos, interrumpiéndote, dándonos mutuamente en el mismo segundo la palabra. Otras dos risas torpes. Me diste la mano en un acto extraño, la tome, acariciándola te permití seguir hablando. -He soñado, contigo, con algo. Fue distinto y muy real. Fue como soñar en la realidad, como mirarte a los ojos, así bonito. Te sentía muy cerca, pero muy cerca de perderte.

Te miraba complejo, escuchando y pensando, recordando. Cuando el relato avanzaba y mis ojos iban cambiado tu rostro fue cambiando. No por la duda de lo que estuviera sintiendo, si no por la empatía que estabas sintiendo al pensar que te estaba entendiendo, y no solo eso, como si mientras describías los hechos yo lo estuviera viviendo. Al terminar, la manteca estaba más derretida y la mermelada menos fría. Diste un sorbo y un bocado mientras mirabas hacia abajo. -Por alguna razón hemos soñado la misma noche. Puede ser mística, magia, coincidencia, o algo que se va a escapar para siempre de nosotros. -Que soñaste, preguntaste. -Soñé, con las mismas palabras lo que me acabas de contar. -Con luz, con agua, con ese laberinto esmeralda que nos une, que nos separa, con miles de escaleras de subida y bajada, con puertas que se hacen de salida, de entrada. Con la gravedad palpitante que viene y va. Perdidos en mareos, miedos y extrañas tempestades. Gritos y palabras que no queremos escuchar. Alejados, pero siempre apunto de toparnos, sintiendo la presencia latente de las almas, apunto de tocarnos en cada esquina, cruzando las miradas en instantes que volvían a perderse. Soñamos lo mismo, en el mismo instante en que cerramos los ojos, juntos, como si hubiera sido la primera vez mutua desde nacer.

Llegaste la madrugada pasada, éste es nuestro primer desayuno bajo nuestro techo. El estreno de unas sabanas, de la cama, de las almohadas. Con la nevera repleta de posibles manjares que imagino preparando esta tarde, esta noche, todas las tardes y todas las noches, para ti y para siempre. El sueño gemelo es una señal, nuestra, no lejana o ajena. Somos nosotros aquí y ahora, tan unidos, durmiendo tan apretados que soñamos lo mismo. Hasta que lo desees estaré aquí, entrando en cada anochecer en otro sueño para protegerte. Por vos, hasta la vida, hasta la muerte.

Esta mirada guarda en si la reunión, y una verdad, el proceso de millones de primeros momentos. El ensueño, el comienzo de millones de sueños. Nuestros besos, el fuego, llamas, burbujas mágicas de encuentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario