viernes, 27 de noviembre de 2015

Testigo por casualidad


Cuando el brillo bombón de su sonrisa retribuía los rayos solares que llegaban a mis ojos, sus globos oculares parpadeaban abriendo el contorno de la almendra que se derretía como azúcar en mi boca al materializarla en ella. Luego, pensé, lo que no pensaba en el momento de mirarla bañada en luz, el día que atardecía en esas horas se topo con su liviandad, el planeta rebobino, amaneciendo por el oeste. Testifique una lucha pacifica de calores.
El abrumador placer calmo mis ansias mitificadas, aquello, lo soñado acompañado de los relatos cargados en mi bolso, se incinero todo sin remordimiento. Nada volvería a ser igual, ningún adjetivo concretaba la realidad que a sus niveles ignoraba.
Aquella canción que me gustaba anudar a nuestra relación se escucho con acordes y silabas silbadas por una brisa oceánica, los pasos acallados por esponjosas nubes invisibles me acercaban a ti en paz, mi corazón marcaba un compás lleno de ansiedad, era la felicidad de verte por primera vez una vez más.