martes, 23 de agosto de 2016

Estupidencia juvenil


Crees sentir la ausencia de algo que nunca han sentido. Sólo los iguales pueden degustar con las penas de antaño lo que aun estigmatizan.
Lloras por las redes intentando compadecer algo que no se compadece realmente. Te señalo, sin señalar, porque es la forma que tengo de juzgar todas tus mentiras. A nadie le importa, porque a nadie le importas, una basura que se cree por linda valerosa, bienaventurada por carisma y en beatitud por los que siguen la mediocridad que llevas por vida.
Me enojo por ser parte de un conjunto al que no podré jamas pertenecer, y mirar con verdadero esplendor aquellas cosas que nadie más que yo parece ver. Eres victima de ti misma, de tu vida, y por eso no me miras, por eso no encajo en las expectativas predeterminadas de tu sociedad misma.
No sabes que existo, pero siempre estoy contigo, es triste, pero forma parte de la decisión irremediable del destino que así me fue tallando bajo los primeros años. La personalidad que me vio nacer me llevo por lugares maravilloso, y nunca reme a contracorriente de la luz. Ahora soy consecuencia de aquello, y del ahora que sigue cultivando lo que me va fortaleciendo. Es algo que ni la muerte parará. Es la formula de la eternidad conocida, corriente continua que trasciende a la vida.

Tu no me cambiaras, y yo seguiré mejorando para quien pueda, mejorando mi persona y expresando bajo mi arte el tiempo sido.
Pensare lo mejor para ti, porque no me olvidare jamas del rostro que lleva tu nombre. Pensare, y alguna que otra vez regresare a buscar alguna señal de vida que pueda contemplar.
Lo mio fue amor, un amor que no merece la pena explicar, los matices y entramados que lo crearon, las almas conformadas de materiales que no siempre encuentran su esencia verdadera.
Obtengo en la verdad la armonía que necesito para continuar, y a pesar, hallo gratitud al pensar quien fui, aunque nunca sabrás que estuve ahí.
A mi no me toco ser un mediocre con buen porte, y aquí me encuentro, escribiendo cartas al silencio. Te quiero ante tus defectos, bajo el manto de luz gris que siempre veo, porque mis razones son mejores que el desprecio.
Crees matar sobre tu suicidio, y aquella risa tatuada se va corriendo ante el crecimiento, pues el inevitable tiempo es aquello que te da realmente miedo, la falta de manipulación que puedes ejercer. No es tu incapacidad la que llega, lo que se avista es la realidad de haber sido siempre aquella criatura que fue por sus días inhalando gula, un hambre de frivolidad y angustia, por no se quién para ser, aquello admirado por torpeza, ignorancia plena; lastima de belleza.

Me enamoró de ti en mi rincón oscuro, en pena, sintiendo lastima de mi, conteniendo tu ternura. Me arrepiento en mi certeza, sin cambiar de opinión, creyendo en la sabiduría obtenida, creyendo en variantes de una historia escrita. Creando de antemano mi propia despedida, trastocando la imagen a atesoran, otra entrada en mi álbum de reliquias; felicidad única, afortunado sin fortuna, parte del tiempo y la locura.

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