sábado, 19 de septiembre de 2015

Andar sin ser visto


Me gustaría perder contigo todo ese tiempo que no es perdido. Mirarte a los ojos, descubriendo que has entendido lo vivido, entregarte el momento compartido, ser tu testigo.

Aprender a descubrir, aprender a mirar, no nacemos andando. Lo hacemos en brazos o tropezando, sin importar la forma, aprovechando un dolor o un amor. La soledad es motor, la bondad de otros puede ser solución. Avanzar siempre depende de nosotros, indiscutiblemente si tenemos tanto y tan poco, o nada y todo.

Somos victimas de nuestros conocimiento ante los ojos ignorante, y a su vez la sabiduría cae en el error sabiondo de juzgar la falta de conciencia. Hay ternura en la sencillez, miedo en el saber. Pero hay mil versiones de las verdades y una sola realidad ocupada por cada uno de los andares.
Cada camino, cortos y largos, de hierva o escarpados. Autopistas formuladas por otros para la comodidad de unos pocos, camino natural de aire original.

El amor con su ineficaz verdad. Cubierta por impedimentos y mentiras. Tanto miedo da, como el miedo a la sinceridad nos hace entrar en abismos desolados de injustos tratos. Conformismo y negación, no intentar ser mejor. Tiempos que pudieron haber sido fértiles, momentos que pudieron ser de una forma no inerte.
Desesperarse y perder, o continuar en el enfrentamiento cruel de no tener claro como se debe ser. Allí donde todo falla llega la fe, y la esperanza es sustituida por algo realmente real, positivo, que no nos hace dudar. Sentir realmente los latidos tibios del amor propio que vive en todos nosotros, comprender que un abrazo vale toda una vida de busca. Que poco más realmente hay.