jueves, 19 de mayo de 2016

Llegada sin final


No supe, ni sabre jamas, de que manera adecuarme a los estímulos emocionales de los demás. Fue terror, fue egoísmo o celos. No pude imaginarte en aquel estado, bajo el lúgubre manto de otro estando, entre tus brazos. Te incite al sexo no carnal, meramente emocional, y en la promesa de amor y pureza plenos, tu negación, pues la banalidad era la respuesta indicada para la ocasión.
Prácticamente nadie encontrara el amor verdadero, pero mucho menor la posibilidad de enamorarse de un sólo gesto. Tus ojos me derriten entero, no puedo resistir, se ha clavado en mi algo tan potente que me es forzosamente imposible huir.
A pesar de comprender del lado a lado, no me evita pensar, lastimosamente sufrir por la perdida de lo nunca experimentado. Conozco meramente tu boca, el tacto tras las tela de tus senos en los que agónicamente me he soñado amamantando. Sin poder defenderme, victima de mi insuficiente madurez, de llegar a un lugar donde tú y yo podamos estar, completamente absortos en un instante eterno. Desmitificado al nacer el mito. Enamorado ciertamente del fuego.

Al hablar de mi, con tantas dudas, con tanta certeza de un porte que te cuidaría. Indefendibles fueron las razones del rechazo, comprensible mi malestar, e irónica la actitud posterior que mostraste. Llore, por chicas como tu mis ojos se lamentan. El hipnótico deseo de despertar por siempre en tu amanecer. Tristezas.

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