lunes, 9 de octubre de 2017

Otra carta


Me he enfocado en el escrito del próximo relato, que no es más que mis experiencias a tu lado.
Voy recordando los tiempos, y recuerdo con claridad los distintos momentos, la primera mirada, el primer beso. El primer acto profundo de tenernos. Te sigo viendo como mi amistad, que es mucho más, y aun el lenguaje no ha formado la palabra que lo describa tal cual. Se que son cosas que te molestan por prejuicios adquiridos. Pero se que en realidad, en la comparativa, da más, más honesto y real. Más puro que el simple hecho de llamar con la misma palabra, a lo que no es ni sera. Prefiero que los actos hagan de testigos a su realidad, dando la oportunidad de volar.

Me gusta el circulo de color que forma tu mirar, con ese ocre del que estoy tan enamorado. Ese que enamora todos mis sentidos; sabiendo que estarán ahí, mirando hacia mí, cuando yo por placer los busco observar, con ese placer de cautividad atrapada, en los parpados de la persona amada.
Me gusta la voz y la sensación de tu vos, abrazando mi yo. Agradeciendo con ternura las fantasías ya vividas, el abrazo consolador que nutre de a dos el amor de tú y yo.

Pienso en los momentos, en los instantes bellos. Pienso lo que sera mañana, ha cada mañana, y pienso tal vez que ser podre yo ser. En la bonita sonrisa que busco admirar, en el amor que me das. En lo sola que estarías sin mí presencia, en las palabras, en lo reciproco que encierran. Pero los caprichos llegan, llega el agónico ego que dispara al encuentro, de balas en mi pecho. Logran impactar y dañas sin penetrar, tachando de mellas las rupestres pinturas que en sangre he tatuado; creado de ti, poetizando el amor exacto que creamos. Llorando, cuando es manchado. La infantil criatura que seguimos siendo, saliendo al encuentro de una maza que busca violentar el momento. Cuando los desencuentros crean situaciones que no queremos, escupiendo al amor del otro, al tiempo, al ignorante momento ajeno que va creando un recuerdo eterno, una carta escrita en sentimientos, tan puros como puedo.

La paz llega junto a la cereza y el helado de almendras. Junto al paseo de la briza llena de destellos color crema. Crema del cielo que ilumina tu cuerpo ante mis ojos, que observan los tuyos como fantasías de ensueño, sueños de otoño eterno. Mezcolanza de besos.
La tormenta llega junto a los recuerdos de un pasado eterno. Junto a la paternidad no fundada, tallada en dolor e ignorancia. Dolor de victima e ignorancia de progenitor. Surgiendo como corrientes invisibles como brisas del viento, tallando lo que fuimos, lo que seremos.
El abrazo de hierro enlaza el tiempo, en un angosto octubre nuevo, congelado, rescrito al momento. El perdón con las desventuras, y a instante, sonrisas, pasajeras o perpetuas, que hacen en mi corazón grandezas. Te amo y lo diré tal y como es, sin rencor ni ningún despecho, pues te quiero.
Así como lo siento te apoyare en las disruptivas que se darán a lo largo del proceso, aquella llamada vida que un día como hoy te dio vida, lugar, un espacio para disfrutar de su condena, amarga y deliciosa experiencia.

El mañana es templado, a lo largo del recuerdo de años pasados. El acertijo indescifrable de cada historia, cambiante al paso de las horas. Un ayer y un mañana, un instante en tu cama, la mía apropiada cuando me entrelazas en ella con tus suaves garras. Amo unirte en mi sometimiento, cuando finjo controlar el encuentro, el embriague de tu sexo.
Allí estoy ahora, mirando a la madera opacada por las sombras. Pensando sin ir a ningún lugar, en tu calor y compasión, del sueño al que me llevas. Repitiendo entre bostezo el mismísimo encuentro en secuencias de ensueño. Me despiertas para recomenzar cuando tu saliva activa las señales de lujuria. Vuelvo a ti sin haberme ido, vuelvo a irme contigo al lugar de donde venimos.

No me podría arrepentirme de haberte conocido aunque a cada segundo lo repitiera como un mantra consolador. Eres lo que hoy soy y seré por siempre, las experiencias que trasmiten mis actualizados genes. Nutridos de ti, del tiempo dado compartido a diario, de distancia o tacto, de silencios respirados. Momento divino que llama al llanto, en el agasajo de sentirse amado. Desprenderse de los sentidos, saborear el alivio del mínimo estimulo.

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