sábado, 6 de octubre de 2018

The Bed and The Bear


Se me hace eterna tu maravillosa y esponjosa belleza, fruto de los engranes y sus mellas, la horma y su mena.
Apasionada tiviandad de un ronroneo sin felinos, de caramelos y suspiros. Radiación en contra del chisporroteo de la lluvia que trae consigo la absorción de temperatura con la que tu abrazo lucha y conmigo apura, a llegar, a donde se esta, pretendiendo entrar al otro lugar. La virtuosa alucinación de aquel lado imaginado por enamorados.

Sórdido despertar desde la paz, la temporal, la de los recuerdos escandinavos, kiwi o hawaiano, selenitas, plutoniano. Más allá del confín terrenal, estelar.
Vivirá en papel la historia que se escribe desde los restos del pronto recuerdo, para atesorar lo que la propia memoria falla en visualizar momentos antes de dejar entrar el alba un día más, recomenzar para almacenar memorias a las que trasformar al soñar.

Sin voz surgen las palabras interpretadas por miradas, un tacto que quizás acentuá la eternidad, un beso en forma de coma, un abrazo final. El comienzo de lo anterior mencionado, un principio buscado, mutuo encontrado.

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