Las almas perdidas observan un mundo perdido. Donde la vida nace y renace los espíritus congregan sus penas. Entre aquellos arboles vivimos y morimos, entre las hojas secas y mi cuerpo encendimos el primer beso. Fue la seca madera la que abrigo, fue esa postal de melancolismo que nos vendió felicidad, fue la decisión correspondiente a la conflagración que determino el desmesurado amor.
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