sábado, 2 de mayo de 2015

Caramelo blando


El mismo frió en distinto sitio. Así han sido las ultimas cuatrocientas fotos en las que te he visto.

Hubo un lugar una vez, en aquel sitio todo lo que se vivió no fue más que la fantasía de sus protagonistas. Mis nudillos cortados ocultaban otra verdad de la que nunca confesé, comenzando a cicatrizar mientras los fideos se pegaban al intentar bajaban por la garganta oscura de la tubería.
Fue el momento o fue otro día cuando mi altura seguía siendo distinta que la tuya, donde tu cuerpo blando era amable dejándose abrazar. Sí tuve un poder o hice algo, no creo que lo pueda recuperar de tu memoria rellena de evasivas. Fue un olor de pelo que tu no imaginabas que yo aspiraba, o la sensación de tus pechos en mi panza, el tacto lechoso de tu piel y el hermoso beso que tu mejilla izquierda le dio a unos labios en virginidad.
No confieso enamoramiento, pues a el también lo ame, también probé con el muchos más abrazos que con el cuerpo femenino que te toco tener. Podría definir cortamente sensaciones olvidadas, por el único, o de los únicos, sera, quizás, que mi recuerdo no me lo quiere quitar. Porque a pesar de amarte puede que hasta entonces no te haya amado como lo ame durante años a el.

Hoy eres la misma otra de siempre, un peinado distinto y otro color teñido. Mis ojos solo te han mirado a los ojos, y seré de los pocos a los que solo les a interesan esos dos ecosistemas en perpetuo otoño. Quiero besarles sin hacerlo, pues la sensación que experimentaríamos no seria la que el sentimiento expone con la mera idea poética, el cuerpo del hombre no se preparo para tal tarea. La mente juega con el placer de una posibilidad extraña, tan lejana en el papel como lo es en la falsedad de la realidad que se plasma en un feo dibujo a tinta manida.
Pintaste tu misma con ese grumo que al inicio de la noche no se encontraba manchando tus pestañas, con la sombra corrida por los efectos inherente de una noche de copas. Íbamos los tres, pues es difícil concebir un tú y yo, sin el. Pero el cayo primero en la cama alquilada y yo como un amante que siempre desee, me quede disfrutando a solas de tus pocas horas. En el papel arrancado de la libreta pintaste como si lo hicieras con la mirada, usando aun así, yemas manchadas. Disfrutaba del silencio roto solo por nuestros alientos y un perfecto dedo que detallaba algo que aun no estoy preparado para ver, un retrato finalizado en la piel.

En soledad me encuentro acostado en una cama de costado. A mi alrededor solo existe la oscuridad sin la ayuda de unos parpados cerrados. Un lápiz de talcos blancos se materializa en mi mente. Con el puedo rellenar aquel lienzo liso en pigmento sombrío. Yo la abrazo a ella y ella me abraza a mi usando de escudo su cuerpo. El cubre por la espalda la retaguardia del afecto. Ambos a la misma altura se miran, pues el contraste es puro negro, puro blanco. Durmiendo juntos en luz. Hablando entre silencios aquel lenguaje que no tuve tiempo de interpretar. Detalles que se hicieron dudas, algo animal que nos conduce al efecto maternal.
Tenemos la misma edad, y es prácticamente todo un año que contempla la diferencia, pero en unos pocos días compartimos al menos un algo como seres humanos. Ves algo que yo no veo con unos ojos que yo no tengo, y gracias a eso encuentro motivos para comprender que tu también tienes la incapacidad de observar como yo observo, incluso cuando defino lo que siento. No es una mirada, u observación, te contemplo.
Amo la seriedad normal y la sonrisa aparentemente falsa que se marca con soltura, sin recelo no esta dispuesta a cambiar.

Fetiche afectivo tan oculto como la luz que crea los días, deseando renacer como un niño en tu vientre, que por fin me vieras como aquella parte de ti que en vano ha costado tanto.
Las decisiones que no llevan a ningún lugar eran igual de vacías como lo hubiera sido la paciente insistencia tranquila tan inexistente en mi. Jamas entenderás la necesidad de otro, y sin empalizar sobre los sentimientos que otro cuerpo tiene, seguirás juzgando desde el trono, proclamando mi muerte como lo hiciste la primera vez que desapareciste. Tan puta como la más puta, tan amada como impura. Jamas odiada por el amigo que nunca lo fue, nunca deseada por la carne que posee, siempre admirada por lo que no se ve. Por lo que puede que exista o no exista y nunca creeré saber. Puede que el amor que tenga sea otra de mis obsesiones. Pero todo en si mismo forma parte de aquello mismo que carece de todo sentido.

La rara elección que nos conduce a quienes somos, nunca me he de arrepentir por querer crear algo especial. Que no solo hiciera de mi mismo quien soy, algo que poder ofrecer para otros. Como me entregue a ti hace poco, por soledad, o por el campo de cultivo maduro que esperaba mostrarte cuando regresaras.
Aun pasan las temporadas y comienzo a perder la fe en tu llegada, y el calendario se acaba y ya no recuerdo ni las fechas que antaño eran estrictamente contadas.
Comienzo a extrañar lo que nunca fui, añorando lo que nunca seré para ti. Esperando hoy entre lagrimas un secreto, y un afecto que siempre vivió y nunca se mostró, una señal clara de arrepentimiento sincero, y la oferta de volver a intentar una vida menos solitaria. Un lugar, aunque sea lejano para participar, donde crees junto a mi un puente donde mis lagrimas también puedan ser escuchadas. Extendiendo una mano fantasma hacia mis mejillas sonrojadas buscando interceptar una pronta lagrima.

La gota salada cae hasta estrellarse y desaparecer, nadie la busca, mis ojos rojos se ocupan de producir el elixir de sufrimiento del cual a veces reprocho. A mi sensibilidad le gustaría llorar mucho más de lo que la perdida me tiene habituado.
El amor que no tiene sexualidad desprende un incomprendido compromiso romántico.
El afecto que se le puede dar a tiernas razas extrañas es lo que busco entre los míos, que parecen receptivos a desconfiar de quien puede pensar, del que puede entregar mucho más afecto que el que ellos puedan manifestar.

Te amo sin saber el porqué, sin buscarle un objetivo claro, pues tu existencia en el mismo mundo en el que vivimos no tiene ninguna relevancia real para mi, siguiendo mi camino con la poca esencia de ti que he llevado conmigo. Sueño con algo que nunca llegara, sueño con unas verdades oscuras que me mantienen despierto, quizás. Pero la importancia total de lo que sentimos solo tiene un objetivo en cualquiera de los casos, no sentirnos abatidos por la verdad de una vida invernal.
Cuando no puedo dormir, a veces te elijo a ti. Antes en una cama y ahora en un futon. Como es habitual tu no dices palabra. Me abrazas indefenso entre unos brazos que son muy pequeños para abarcar la totalidad de mi cuerpo, pero allí te encuentras ante todo, siendo una tú que nunca voy a encontrar en realidad, que entra en mi soledad para acompañarme y secar con las mangas de su piyama mis tibias lagrimas. Esas mismas lagrimas a veces besadas en la penumbra para consolar y compartir un tacto que las apacigüen, que las calma en una quietud musicalizada por dos latidos permanentes hasta el amanecer.
La ciudad despierta y tu desapareces, madrugas aprovechando mi desmallo, borrar las huellas de tu presencia, te busco, no estas, pero flotas en el aire creado por el desprendimiento de las sábanas. Aquel perfume no es como el mio. Es una fragancia que ya he degustado subiendo por un cuello en un abrazo lejano.
No quiero negar la verdad, pero tampoco omitir una realidad hermosa provocada por neuronas. Si has venido o nunca has aparecido jamas lo sabre, pues los recuerdos forman una película de sueños cernidos sobre amargos presentes. Cada luna visible en el cielo es señal de pasado, algo que al mismo tiempo vuelve a empezar. Quisiera vivir un día en tu mente, pero eso no sera posible.
Al menos no tienes forma de quitarme tu lugar de mi lugar, ese trozo de mi corazón que tiene bordado en venas tu nombre, que late junto a todo lo hermoso que veo cuando te recuerdo. No me pueden arrebatar el momento donde tu amistad se hace real y cubre mi ansiedad, dándome un regalo que no podre olvidar jamas. El afecto férreo que seguiré buscando entre las mantas que amortiguan el llanto, anunciando la posibilidad azarosa de imaginar la fortuna, la chica fantasma que amaina desesperanza.

Sos un capricho, pero uno al que he querido a pesar del egoísmo, con tanto honestidad como el que más te a querido de verdad. Ni príncipe ni verdugo, gran amigo.

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