sábado, 30 de mayo de 2015

Te vampirice en otoño gélido con las armas de mi amor escueto.


Resuenan como silbidos de pájaros hambriento los vientos. Una tormenta se aproxima, o ya esta aquí, o va pasando. Oyendo desde mis aposentos como la naturaleza llora, cubriéndome con el dorso del codo los ojos. Negándome a participar en la realidad, huyendo en recodos de éste lugar.

Es una lejana frontera, la arena se hace niebla, y en la niebla comienza a precipitar una nevada temprana que nadie ha esperado jamas. En la frialdad de los corazones ensangrentados late en mi lugar otra alma descarriada. En un espejo de ello, tu reflejo, tan triste y patético como mi alma misma.

Una llama que se absorbe por necesidad innecesaria. Grasa picante y labia. Dulces sin dulzura. Pecado capital. Un sin fin de vacíos como hermosas estrellas en un cielo siempre estrellado que es ignorado. Se dice lejano; no tanto.

Bostezo en la escritura, truenos en dedos, y del cansancio, lagrimas de cansancio. Excusas para fingir la falta de necesidad de expresar ante ningún publico tus lagrimas provocadas. Triste pesar, y peso en toneladas de todo lo que me hace falta; la princesa caníbal de estatura media escapa en agonía.

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