miércoles, 30 de noviembre de 2016

Rocío de invierno


Descanse bastante durante el día, y no utilice la oscuridad para el sueño. Estuve reflexionando, algo en lo que suelo recrear, algo de lo que me pueden acusar frecuentemente. Forma parte de la filosofía, de la labor del filosofo. Pensar, escribir, y con todo aquello formular verbalmente ciertas cualidades de la realidad.
Reiterar tu presencia a traído de vuelta a ti, algo muy propio de mi, parte de la magia que trajiste cuando te conocí. No he dejado de pensar en todo el corto pasado nuestro. Me ha hecho bien, me hizo mal. Pero sin lo uno no existiría lo otro, y hasta ahora no sabría decir que podría haber sido. El lenguaje es visual, y se interpreta con escalofríos.

Una nueva foto, una miniatura difusa que se dibuja donde deberías estar. Mi ansiedad se mezcla con una curiosidad que dicta mucho de ser el significado real, me alimento de la belleza que voy a encontrar. A sabiendas de mis deleites.
Allí estas, y yo aquí, en lo desconocido. La penumbra me envuelve, tu me miras, como podrías mirar a cualquier otro desde cualquier rincón del mundo conocido. Pero en esta realidad, sólo existo yo, y tus preciosos se clavan en mis mediocres ojos. Mirarte me hace por el mero hecho mejor persona, mi valor aumenta por la apreciación, y el amor que llegue a sentir, se hace patenten en el hoy. Comienzo a temblar sintiendo calor, y los estados de la materia se revierten. Soy feliz por momentos, hasta que recaigo en la espuma de mi significado de bruma, siendo de ti una tesis de dudas.

Te lo estaba diciendo de verdad. Te quería mía y de nadie más. Mi princesa de ojos hermosos, mi color preferido de antaño, confirmando el después, un después juntos, de iris y labios.
Te adoraba, divino en esa mitificación de lo perdido, de los reales encuentros vocales, pues los sentimientos no son más que meros hechos químicos del cerebro. Algo insustancial en su física esencia, algo trascendental en las palabras que se conectan y forman frases a veces inconexas, locuras del amor se hacen eternas.
Mis palabras hicieron un eco, rememorando lo familiar. Una frase de la falsedad, dialecto de mediocridad: -Nunca más estarás sola-, habrá dicha él sin pensar, regalando falsedad.
Fue posiblemente tu ultima mirada, los ojos en la noche no volvieron a brillar. Tras aquel ultimo beso, el ultimo contacto oral, no volviste la mirada, te apresuraste a escapar junto al ego que pude observar tendiendo por tus hombros su negro brazo, dejándome detrás. Notando con su dentadura de obsidiana una victoria que hizo admirar, futura derrota, dictadura pronta.

Realmente no se lo que quiero, sólo lo que siento, lo que destruyes y vuelves a crear en mis sentimientos. Es meramente superficial, pero más intenso de lo habitual. Sentimientos sin sinónimos que sólo con tu nombre puedo calificar, con el color único de tu mirar.
Soy plenamente consciente de no conocerte, y que existen facetas de vos que no soporto. Pero no soy primitivo, y tengo la suficiente inteligencia como para definir que sera un imposible encontrar una persona realmente a mi similar. He aprendido desde mis tempranos recuerdos a valorar las diferencias positivas del resto. Soy difícil de satisfacer en el ámbito intelectual, lo físico me suele tentar cuando es detallista, me quedo con lo interesante de las personas, a veces hasta el punto de elevarlas a podios incorrectos, redondeando a positivos indeseados. Ese error me pertenece, sin buscar daño ajeno, pues lo que siento, aunque dentro de un aura de falsedad, forma parte de mi mismo, de mi pureza e intimidad. Dentro de todo es amor, y lo vivo como tal, me lo creo, lo hago una realidad, lo defiendo.

A veces te deseo, odio con frecuencia los insípidos momentos. Muestras un vestigio de interés en la absurda defensa de lo perdido, cuando tu misma has repetido con acciones hechos parecidos. Pareces olvidar con una facilidad que envidio al recordar. Pero no te he de culpar, debo ser mejor que aquello, pues mi deber a sido siempre el mismo, permanecer, aguantar.
He invertido todo en la felicidad ajena, y la retribución a sido siempre del mismo sabor. No espero la ruptura de la regla, ni pierdo el tiempo con anhelos. Estoy, estando, en el estaré y en el pasado que se fue.
Juego con lo que tengo bajo cartas desgastadas y serios reglamentos. Ser un ultimo recurso, una opción, hasta que aparezca algo mejor. Que aparece y se diluye por si sólo. Destituyendo la certeza por una vergüenza, aterrorizando mi existencia, haciéndome culpable del fracaso predicho en un principio. Oráculo rechazado, carencia de principios.

Éste es mi obsequio, tu eres mi regalo.

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