jueves, 29 de diciembre de 2016

Imágenes y miel


Te lo contare de la mejor forma que se:

Había un silencio que no recordaba, era algo tan habitual aparentemente. Boca arriba con el teléfono en mano, mirando mis cosas, cosas que no recuerdo con exactitud; formaba parte de un guion del cual haremos protagonistas. Vos, acostada a un lado, acurrucando la cabeza en mi pecho, con la mano izquierda sosteniendo el mismo modelo de teléfono pero con otro color. Mirabas de lado aquellas cosas, escribiendo en él.
Sentía tu calor, una parte de mi estaba totalmente atenta a vos, emocionado, como el espectador que aparece en los sueños miraba una imagen distinta, mi cuerpo, mi yo externo se encontraba tranquilo. Habituado a tu presencia, cómodo con ella. Mirando sin mirar, observe como apagabas el teléfono para rodear mi abdomen con tu brazo, reposar tu cabeza.
Hubo un antes y un después, como haber aparecido en otro lugar, en el mismo lugar, apagarse unos minutos y despertar.
El pene estaba recto, totalmente erecto dentro de tu boca que subía y bajaba con una intensidad fuerte pero liviana, un fluir constante. La lengua salia para afuera entre la verga y los labios. La palma de una mano rodeaba el tronco, la lengua desde dentro lubricaba el glande con dibujos aleatorios que me estimulaban. Aun tenia el teléfono en la mano, como si aquello no me estuviera interesando. Volví la mirada un momento para terminar de escribir aquello que estaba escribiendo, fuera lo que fuera, charlando con la persona que fuera. Me acariciabas el cuerpo, lo frotabas. Podía sentir tus labios gruesos llenos de saliva, moviéndose al compás de las venas de mi polla. Disfrutabas recorrer su ramificación con la punta de la lengua. Los relámpagos azules que deseabas que te penetraran. Me la chupabas para que te follara, me la chupabas para que me corriera en tu boca, desprenderme del semen y coger sin protección.
A pesar de que tomabas la píldora y usábamos condón, te gustaba sentirme dentro tuyo al natural. Era una forma que generar aun más barreras. Amabas correrte conmigo dentro, me apretaban fuerte para que no me separara de tus orgasmos, eyaculando fuere evitamos el hacerlo dentro.

Te estabas amamantando, tomaste mi cintura y presionabas tu cabeza contra ella, apretando hacia abajo, tragándola toda. Sacando la lengua para lamer mis testículos. La saliva chorreaba, abres la boca para tomar aire, mirarme a los ojos para que observase tu rostro sonrojado, tus ojos excitados, las burbujas que creaba la exhalación. Había amor en todo aquello, era un amor que pude sentir como un sentimiento que te costaba mucho asumir. Era una escena de una historia larga y compleja, cayendo como un extraño en aquel instante la admiraba, sin reconocer el camino, y pesar de aquello fue algo que pude sentir muy dentro de mi.
Buscabas fervientemente mi leche, y yo intentaba con todas mis fuerzas alargar mi entrega. El placer me embriagaba, empezaba a sentir calor. Tus labios ardían, y deseaba besarles, sentirlos junto a mis labios en un beso de fuego. Tome tu cuello con mis manos y me corrí.
Con tu lengua hiciste una cuchara para el semen, te relamiste y tragaste un poco sin poderlo evitar. Sin dejar de masturbarme te acercaste a mi para tranzar en un beso de fluidos, cumpliendo mi deseo silencioso. Nos besamos intensamente compartiéndolo todo. Hiciste a un costado tus bragas que aun llevabas puesta para penetrar tu vagina lubricada.

Lo impedí, te sostuve antes con los brazos, volteandote, girando sobre ti para dejarte boca abajo. Aplaste mi cuerpo contra el tuyo de forma controlada. Tus brazos estaban sobre tu cabeza, cruzados por encima de la almohada. En tu espalda se dejaban ver parte de sus pechos que intentaban encontrar espacio al estar presionados contra las mantas. Algo que a mi me excita muchísimo, mostrar sin mostrar, apretar, esa especie de misterio descubierto. Me acerque a ellos para morder el borde, escupir y frotar mi cara contra ellos. Mi pene estaba entre tus piernas cerradas. Las tenias cerradas para agrandar tu cadera, acentuarla y presionar mi entrepierna con ella. Me arrodille para observarte. Tu conejito resaltaba ante todo, ante la curvatura perfecta de tu cuerpo en esa posición. Apreté las nalgas con mis manos y te sostuve firme, estrelle mi cara contra mi regalo. El olor, el sabor de tu flujo, ese elixir que me desespera, me vuelve loco. Lamiendo los labios vaginales con fiereza, mordiendo con delicadeza, metiendo la nariz, la lengua y los dedos. Mi pene era una dinamita inestable. Nada creaba el nivel de erección como el perfume de tu presencia. Te arranque las bragas con los dientes, las baje hacia las rodillas y la metí completa. La saque completa, la frote cuatro veces y volví a meterla, así constantemente, con esa misma secuencia. Tus genitales me hacían una felación, tan buena como la de tu boca. Distinta. La sensaciones eran de segundos y explosivas, un segundo de placer eterno y un segundo donde se paraba el tiempo. Esa eres tú.
Gritabas sin gritar, tu cuerpo es un volcán activo. Con las manos empujabas la pared para hacer más presión entre los dos. Tan duro, tan intenso, tan nuestro.

Después de despertar estuve recordando todo. Mis sueños son como recuerdos, pero estoy seguro que la realidad sera mucho mejor. Siento, sueño, tengo fe y lucho para que sea una realidad próxima, sin subestimar jamás tu pasión, tu me darás tus sensaciones maravillosas.

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