sábado, 4 de febrero de 2017

Marcha del ángel


Se me hace eterna tu esponjosa belleza. La dulzuras de unas curvas tan sensuales como adorables, la definición tan excesivamente marcada de contrastes inimaginables.
Verte es un privilegios a pesar de los desiertos, el silencio hace nubes que inflaman los cielos, llueve sin llover, mojando el iris del recuerdo. Creando el alma del muerto.
Llora sin lagrimas sus esencias más básicas, y a su vez, su ser puro de mujer, que abre y exhala, que vuelve y que marcha.

Se nutre de la luz ensombrecida de ignorancia, golpeando la materia, regresando la armonía de ganas confundida al letargo de los días. Personalidad impersonal, virtudes alquiladas con antonomia despreciada. La madurez estipulada por razones equivocadas.
Crece la niña sin crecer, y se hace aura con el tiempo. Trazan la vida con lápiz curvas desdeñables, que se hacen ver en el alucinante eléctrico de un hombre inexperto. Ignorado a pesar de las virtudes antisociales que evaporan el amor que sofoca.
Sofoca en su boca la saliva incontestable de un deseo inigualable, y a su pesar, acumulado en la montaña de tomos antiguos, el sino del destino. Sentado en el recuerdo de haber tocado un útero abolido.

Sentado en el recuerdo de haber entrado en lo abolido, de un útero prohibido.

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