jueves, 11 de septiembre de 2014

Intimidad


Ayer hicimos el amor y fue muy lindo, todo entre nosotros es divinos. Pero quiero hablarte de algo distinto, incluso más lindo, una visión de futuro.*

-¿Qué hora es?. El agua de lluvia de la ducha se corta, se escucha los ganchos de la cortina que sonorizan la salida. Una luz nocturna, una puerta abierta deja ver una puerta entre abierta, un pasillo por el cual puedo ver unas piernas que se apoya en el taza para secarse, una toalla que acaricia las nalgas, una espalda, un cabello mojado. Entre un extraño perturbar, entre la percepción más felina giras en una sonrisa, los ojos se miran, el cruce de un cuarto a otro entre un par de puertas y dos pares de miradas. Una mano tapa la intimidad, y el cabello tapa la glándula del alimento, la puerta se cierra en lo que no es pero parece una carcajada.

Despierto lentamente de mi ilusión por el sonido constante del secador. Enciendo el tenue velador, el que lleva encima una seda distinta cada día, cada noche. Hoy la tela es morada, hoy es esa luz la que pinta las paredes blancas. Y me siento en la cama, me siento en el respaldo con las manos caídas, con los pies extendidos en una cómoda posición, como un gato manso manipulado para la diversión. Aun muy dormido, con la mente en esos previos segundos en los que vi a mi mujer, como siempre la veo y nunca puedo dejar de creer.

Una luz resplandece y un ángel aparece. El ángel cierra tras de si la puerta y se oscurece sin dejar de brillar. La puerta del cuarto se cierra, se acerca. Lleva encima una blusa y unas bragas a juego del mismo color. Las recuerdo, porque las quite tantas veces, porque se lo regale yo.
Va con una, va con otra, se arrodilla encima de mi, encajándonos perfectamente. Lleva hacia mi cara sus dos pechos, me abrazan, me abrazas. Siento el calor, esa humedad de después que te deja el ardor, el olor. El jabón que prefiero, el jabón con el que siempre le lavo tras hacer el amor.
Te separas, y tomas con tus dos manos mi cara. Apuntas, me besas, abres mi boca con tu lengua y te escondes en ella. Bailas con el sabor al dentífrico fresco enjuagando mi boca con tus besos. Siento como las piernas aprietan mis costados, y ese movimiento excitado que roza tela con tela. Llevando con tu acción a donde quieres llegar. Y ahora mis brazos dormidos se levantan, y con fuerte delicadeza atrapan tus nalgas, y siguen el movimiento y te ayudan a seguir, en aceptación, lo que haces es correcto. Siento como me comienzo a mojar, y me despego del movimiento para dejarte sola continuar, llevo mi brazo derecho a tu espalda, el izquierdo va hacia tu privacidad, y desde el exterior despega de tu vagina el tanga, lo acurruca a un lado para acariciar. No te despegas de mi boca, es una lapa que no se separa, nos succionamos, tragamos las salivas mezcladas, respiramos lo que el otro exhala. Ahora mis manos también están besando tus labios que se humedecen y sueltan miel. Los demás dedos se pelean por conseguir absorber el alimento que suelta tu ser y dos de ellos ganan, y se sumergen, entran en ti, y es cuando están dentro que te separas, que te despegas de mi boca en un hilo y conectas frente con frente. La boca carnosa deja caer la saliva, que golpea en mi desnudo pecho, y los otros labios van mojando a su vez mi mano.
Me das un rápido beso, me abrazas depositando tu cabeza en mi hombro, y con tus manos que antes estaban entre mi cabello y mi cara toman esa mano mojada. Con mucha fuerza la toma por la muñeca, la sujeta, sin mover un dedo obedezco. Y lentamente, lentamente comienzas a bajar, a hacerme entrar. Subes, y bajas intentando calcular, intentando coordinarnos. Y cuando estas bien lubricada, lo haces cada vez más rápido, rápido. Mueves la cintura con firmeza, con un movimiento perpetuo y controlado, seductor, enamorado.
La boca sigue brotando saliva, porque sigue abierta y viva. Comienzas a gemir, a gozar, y yo comienzo a excitarme más. Logra llegar, una vez, y otra, y me muerdes el hombro, y eso me vuelve loco. Gritas, gritas, metiéndote los dedos hasta el fondo. Caes rendida, y desde dentro los muevo buscando el punto, y lo estimulo, lo controlo para hacerte correr. Cuando eyaculas no lo puedes creer. El orgasmo es incomparable, los temblores incontrolables. Llenando de lubricante natural mi pantalón.

Estas sudada, traspirada, pero te levantas. Te quitas el tanga. Con un movimiento simple te desprendes de la blusa. Te acaricias un pecho, te acaricias el otro y me preguntas si los quiero chupar. Yo no te respondo, pero te acercas y vuelves a arrodillarte en mi. Me amamantes mientras me miras desde arriba chupar y lamer esa belleza enormidad que tienes colgando en tu cuerpo. Me das con uno, me das con otro mientras abrazas mi cabeza y la acaricias. Atrapado entre aquellos dos bustos hermosos. Me frenas robándome un beso. Me palpas la entrepierna, y descubres que ya esta llena, que ya puedes hacerte penetrar. Vas hacia el borde de la cama llevando contigo mis calzoncillos y mis pantalones. Los dejas desparramados en el suelo y te sientas en el borde de la cama, cruzando tus piernas, mirándome con ojos indiscretos. Sigo desparramado, muy contento. Te escupes la mano y la untas desde el glande, pasando por el tronco y apretando mis huevos, con fuerza mientras los estiras y pones una de tus caras rasas que me saca una carcajada. Comienzas a masturbarme mientras no dejamos de mirarnos, lo miras, lo acaricias. Me vuelves a mirar y desprendes tus piernas para poder darme más fácil otro beso. Me metes los dedos en la boca con la otra mano, cierro los ojos y comienzo a chuparlos. Son dos, los mismos con los que te masturbaste con mi mano, mismos nombres, otras manos. Cuando los sacas de mi, los llevas a tu vulva y empiezas nuevamente tu solita. Solo estimulando el exterior, y mientras comienza tu gozo aprietas con más fuerza el mio. Y la rapidez es igual, erógenamente especial.

Cuando te paras me extraña. Paras. Vas otra vez hacia el final de la cama, me miras, y miras como mi excitación sobresale de mi cuerpo. Me tomas las piernas, y tiras hacia ti con una fuerza fantástica, la que todo el tiempo de entrenamiento juntos logro. Con ese cuerpo que desmalla.
Acostado en la cama, giras, te das vuelta y te arrodillas en mi cara, me ahogas con tu vagina que comienzo inevitablemente a chupar, absorber, comer, disfrutar. Bajas con cuidado para no atragantarte de pronto con mi pene, y comienzas a probar. Primero lo lames, de arriba a abajo, chupas el honguito apoyando tus labios en el, lamiendo despacito con la punta de la lengua. Te lo metes en la boca, sujetándolo con una mano, lo comes como si fuera un helado. A veces frenas para gemir, porque mis labios están tranzando con tus labios. Y mi lengua lucha para introducirte en ti.

Al terminar el mutuo oral te resbalas de mi boca, vas como un caracol dejando tras de ti la marca del camino. Abres el cajón de la mesita y sacas un condón. Mueves la cabeza, para que quede detrás de la espalda tu pelo. Me miras con la boca llena de saliva que con la manga de tu piel limpias. Abres la bolsa con la boca y escupes el envoltorio, me lo coloras, veo bajo tus nalgas el tronco de color amarillo. Meneas tu cola, tus nalgas rosan con el bulto hinchado que ya esta bien formado, en un latir de calor y amor. Te colocas. Bajas suavemente hasta el fondo, llenándote completa. Y siento sin verlo como tu boca se abre con el retorcer de tu cuerpo. Haces movimientos circulares con la cintura, y mi pene se mueve a tu compás, con ritmo dentro de tu cuerpo. Ahora soy yo el que comienza a gemir, a gozar con tu sexualidad, y al tomarte de la cintura tu posas en mis manos tus manos, y las acaricias, y me ayudas a ayudarte a seguir ese ritmo tan sensual.
Caes hacia atrás, y fuertemente te levanto, te acomodo con mis piernas y mis brazos. Sentándome, sentándote. Ahora estoy en posesión del ritmo, ahora esta en mi control la intensidad de la penetración. Y se comienza a sentir en el cuarto ese aire de cansancio pesado, de sexo apasionado, el olor del amor físico que los amantes logran al conectar.
Estamos sentados, yo un poco encorvado para no desconectar. Mi altura a veces los obliga a buscar el encaje de los miembros. La lubricación me permite empezar fuerte para hacerte enloquecer. Te doy mucho muy rápido, y eso te curva, y los pechos botan apuntando hacia los cielos donde ahora te encuentras. Te gusta, te gusta tanto que me pides que no pare, que te reviente, que te de todo lo que tengo dentro. Y me amas, y me lo dices, y gritas que te posea, que luche por vos. Cada vez, mientras más cosas dices más me esfuerzo por golpear nuestros cuerpos y me quedo mudo porque no puedo aguantar más y te das cuenta al momento cuando es mi momento. Te despegas de mi dejándome paralizado en el momento punto. Te giras, me miras. Me atas el pene con los dedos de una mano fuertemente para cortar mi llegada, sacas el preservativo. Metes de nuevo mi pene en ti y me abrazas con ambos brazos. Estamos los dos sentados en la cama, abrazados, y me dices al oído -Inseminame, mi amor, hazlo. Lo repites, repites esa sola palabras, y te mueves y quieres que te llegue dentro, y la repites y no paras, y yo voy fuerte, voy con todo. Exploto en tu interior, como nunca, con un fuego que quema, sientes como estalla en mi lo prohibido. Llegando junto al orgasmo me clavas las uñas, y el aliento no para. Temblamos, mis momentos son tan fuertes como los tuyos y nos quedamos electrificados por mil segundo.

El néctar empieza a caer desde tu interior. Lo sientes, y con un dedo tomas un poco de mi pene aun erecto. Sonríes y lo lames. Me presuntas si quiero, y yo contesto que solo si es de tu boca. Me besas. El semen, el flujo, la saliva, el amor se mezclan en nuestras bocas. Nos besamos en un trance sexual que nos llena de vida y felicidad.


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