Ayer hicimos el amor y fue muy lindo,
todo entre nosotros es divinos. Pero quiero hablarte de algo
distinto, incluso más lindo, una visión de futuro.*
-¿Qué hora es?. El agua de lluvia de
la ducha se corta, se escucha los ganchos de la cortina que sonorizan
la salida. Una luz nocturna, una puerta abierta deja ver una puerta
entre abierta, un pasillo por el cual puedo ver unas piernas que se
apoya en el taza para secarse, una toalla que acaricia las nalgas,
una espalda, un cabello mojado. Entre un extraño perturbar, entre la
percepción más felina giras en una sonrisa, los ojos se miran, el
cruce de un cuarto a otro entre un par de puertas y dos pares de
miradas. Una mano tapa la intimidad, y el cabello tapa la glándula
del alimento, la puerta se cierra en lo que no es pero parece una
carcajada.
Despierto lentamente de mi ilusión por
el sonido constante del secador. Enciendo el tenue velador, el que
lleva encima una seda distinta cada día, cada noche. Hoy la tela es
morada, hoy es esa luz la que pinta las paredes blancas. Y me siento
en la cama, me siento en el respaldo con las manos caídas, con los
pies extendidos en una cómoda posición, como un gato manso
manipulado para la diversión. Aun muy dormido, con la mente en esos
previos segundos en los que vi a mi mujer, como siempre la veo y
nunca puedo dejar de creer.
Una luz resplandece y un ángel
aparece. El ángel cierra tras de si la puerta y se oscurece sin
dejar de brillar. La puerta del cuarto se cierra, se acerca. Lleva
encima una blusa y unas bragas a juego del mismo color. Las recuerdo,
porque las quite tantas veces, porque se lo regale yo.
Va con una, va con otra, se arrodilla
encima de mi, encajándonos perfectamente. Lleva hacia mi cara sus
dos pechos, me abrazan, me abrazas. Siento el calor, esa humedad de
después que te deja el ardor, el olor. El jabón que prefiero, el
jabón con el que siempre le lavo tras hacer el amor.
Te separas, y tomas con tus dos manos
mi cara. Apuntas, me besas, abres mi boca con tu lengua y te escondes
en ella. Bailas con el sabor al dentífrico fresco enjuagando mi boca
con tus besos. Siento como las piernas aprietan mis costados, y ese
movimiento excitado que roza tela con tela. Llevando con tu acción a
donde quieres llegar. Y ahora mis brazos dormidos se levantan, y con
fuerte delicadeza atrapan tus nalgas, y siguen el movimiento y te
ayudan a seguir, en aceptación, lo que haces es correcto. Siento
como me comienzo a mojar, y me despego del movimiento para dejarte
sola continuar, llevo mi brazo derecho a tu espalda, el izquierdo va
hacia tu privacidad, y desde el exterior despega de tu vagina el
tanga, lo acurruca a un lado para acariciar. No te despegas de mi
boca, es una lapa que no se separa, nos succionamos, tragamos las
salivas mezcladas, respiramos lo que el otro exhala. Ahora mis manos
también están besando tus labios que se humedecen y sueltan miel.
Los demás dedos se pelean por conseguir absorber el alimento que
suelta tu ser y dos de ellos ganan, y se sumergen, entran en ti, y es
cuando están dentro que te separas, que te despegas de mi boca en un
hilo y conectas frente con frente. La boca carnosa deja caer la
saliva, que golpea en mi desnudo pecho, y los otros labios van
mojando a su vez mi mano.
Me das un rápido beso, me abrazas
depositando tu cabeza en mi hombro, y con tus manos que antes estaban
entre mi cabello y mi cara toman esa mano mojada. Con mucha fuerza la
toma por la muñeca, la sujeta, sin mover un dedo obedezco. Y
lentamente, lentamente comienzas a bajar, a hacerme entrar. Subes, y
bajas intentando calcular, intentando coordinarnos. Y cuando estas
bien lubricada, lo haces cada vez más rápido, rápido. Mueves la
cintura con firmeza, con un movimiento perpetuo y controlado,
seductor, enamorado.
La boca sigue brotando saliva, porque
sigue abierta y viva. Comienzas a gemir, a gozar, y yo comienzo a
excitarme más. Logra llegar, una vez, y otra, y me muerdes el
hombro, y eso me vuelve loco. Gritas, gritas, metiéndote los dedos
hasta el fondo. Caes rendida, y desde dentro los muevo buscando el
punto, y lo estimulo, lo controlo para hacerte correr. Cuando
eyaculas no lo puedes creer. El orgasmo es incomparable, los
temblores incontrolables. Llenando de lubricante natural mi pantalón.
Estas sudada, traspirada, pero te
levantas. Te quitas el tanga. Con un movimiento simple te desprendes
de la blusa. Te acaricias un pecho, te acaricias el otro y me
preguntas si los quiero chupar. Yo no te respondo, pero te acercas y
vuelves a arrodillarte en mi. Me amamantes mientras me miras desde
arriba chupar y lamer esa belleza enormidad que tienes colgando en tu
cuerpo. Me das con uno, me das con otro mientras abrazas mi cabeza y
la acaricias. Atrapado entre aquellos dos bustos hermosos. Me frenas
robándome un beso. Me palpas la entrepierna, y descubres que ya esta
llena, que ya puedes hacerte penetrar. Vas hacia el borde de la cama
llevando contigo mis calzoncillos y mis pantalones. Los dejas
desparramados en el suelo y te sientas en el borde de la cama,
cruzando tus piernas, mirándome con ojos indiscretos. Sigo
desparramado, muy contento. Te escupes la mano y la untas desde el
glande, pasando por el tronco y apretando mis huevos, con fuerza
mientras los estiras y pones una de tus caras rasas que me saca una
carcajada. Comienzas a masturbarme mientras no dejamos de mirarnos,
lo miras, lo acaricias. Me vuelves a mirar y desprendes tus piernas
para poder darme más fácil otro beso. Me metes los dedos en la boca
con la otra mano, cierro los ojos y comienzo a chuparlos. Son dos,
los mismos con los que te masturbaste con mi mano, mismos nombres,
otras manos. Cuando los sacas de mi, los llevas a tu vulva y empiezas
nuevamente tu solita. Solo estimulando el exterior, y mientras
comienza tu gozo aprietas con más fuerza el mio. Y la rapidez es
igual, erógenamente especial.
Cuando te paras me extraña. Paras. Vas
otra vez hacia el final de la cama, me miras, y miras como mi
excitación sobresale de mi cuerpo. Me tomas las piernas, y tiras
hacia ti con una fuerza fantástica, la que todo el tiempo de
entrenamiento juntos logro. Con ese cuerpo que desmalla.
Acostado en la cama, giras, te das
vuelta y te arrodillas en mi cara, me ahogas con tu vagina que
comienzo inevitablemente a chupar, absorber, comer, disfrutar. Bajas
con cuidado para no atragantarte de pronto con mi pene, y comienzas a
probar. Primero lo lames, de arriba a abajo, chupas el honguito
apoyando tus labios en el, lamiendo despacito con la punta de la
lengua. Te lo metes en la boca, sujetándolo con una mano, lo comes
como si fuera un helado. A veces frenas para gemir, porque mis labios
están tranzando con tus labios. Y mi lengua lucha para introducirte
en ti.
Al terminar el mutuo oral te resbalas
de mi boca, vas como un caracol dejando tras de ti la marca del
camino. Abres el cajón de la mesita y sacas un condón. Mueves la
cabeza, para que quede detrás de la espalda tu pelo. Me miras con la
boca llena de saliva que con la manga de tu piel limpias. Abres la
bolsa con la boca y escupes el envoltorio, me lo coloras, veo bajo
tus nalgas el tronco de color amarillo. Meneas tu cola, tus nalgas
rosan con el bulto hinchado que ya esta bien formado, en un latir de
calor y amor. Te colocas. Bajas suavemente hasta el fondo, llenándote
completa. Y siento sin verlo como tu boca se abre con el retorcer de
tu cuerpo. Haces movimientos circulares con la cintura, y mi pene se
mueve a tu compás, con ritmo dentro de tu cuerpo. Ahora soy yo el
que comienza a gemir, a gozar con tu sexualidad, y al tomarte de la
cintura tu posas en mis manos tus manos, y las acaricias, y me ayudas
a ayudarte a seguir ese ritmo tan sensual.
Caes hacia atrás, y fuertemente te
levanto, te acomodo con mis piernas y mis brazos. Sentándome,
sentándote. Ahora estoy en posesión del ritmo, ahora esta en mi
control la intensidad de la penetración. Y se comienza a sentir en
el cuarto ese aire de cansancio pesado, de sexo apasionado, el olor
del amor físico que los amantes logran al conectar.
Estamos sentados, yo un poco encorvado
para no desconectar. Mi altura a veces los obliga a buscar el encaje
de los miembros. La lubricación me permite empezar fuerte para
hacerte enloquecer. Te doy mucho muy rápido, y eso te curva, y los
pechos botan apuntando hacia los cielos donde ahora te encuentras. Te
gusta, te gusta tanto que me pides que no pare, que te reviente, que
te de todo lo que tengo dentro. Y me amas, y me lo dices, y gritas
que te posea, que luche por vos. Cada vez, mientras más cosas dices
más me esfuerzo por golpear nuestros cuerpos y me quedo mudo porque
no puedo aguantar más y te das cuenta al momento cuando es mi
momento. Te despegas de mi dejándome paralizado en el momento punto.
Te giras, me miras. Me atas el pene con los dedos de una mano
fuertemente para cortar mi llegada, sacas el preservativo. Metes de
nuevo mi pene en ti y me abrazas con ambos brazos. Estamos los dos
sentados en la cama, abrazados, y me dices al oído -Inseminame, mi amor, hazlo. Lo repites, repites esa sola palabras, y te
mueves y quieres que te llegue dentro, y la repites y no paras, y yo
voy fuerte, voy con todo. Exploto en tu interior, como nunca, con un
fuego que quema, sientes como estalla en mi lo prohibido. Llegando
junto al orgasmo me clavas las uñas, y el aliento no para.
Temblamos, mis momentos son tan fuertes como los tuyos y nos quedamos
electrificados por mil segundo.
El néctar empieza a caer desde tu
interior. Lo sientes, y con un dedo tomas un poco de mi pene aun
erecto. Sonríes y lo lames. Me presuntas si quiero, y yo contesto
que solo si es de tu boca. Me besas. El semen, el flujo, la saliva,
el amor se mezclan en nuestras bocas. Nos besamos en un trance sexual
que nos llena de vida y felicidad.
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