sábado, 25 de octubre de 2014

Octavo invierno


Bordes delicados, abrazos.
Hambre insaciable solo mastica aire.
Una especie de lujuria indecente.
Altas torres se derrumban en la mente.
Princesas que se duermen mirando Canal Siete.
Neuronas atolondradas esperan la llamada, un timbre, una balada.
Ciertas señales cavan, saltan, trepan, se escapan, se suicidan lentamente con la cuchilla de afeitar.
Oxido por el tiempo, lagrimas de otro tiempo.
Aura materializando balas.
La fuga se desata, los vientos no son fresco, excede la burla como todos aquellos burdos sueños que abundan. Trepan amamantándose de una sangre seca, coagulada de aquello que fue tan hermoso y bueno, donde la venganza personal maltrata el momento de regresar al valle y al lugar donde el tesoro enterrado esta.
Corre joven niña, rompe tu piel, descascara la famosa imagen ensuciada por la estupidez. Vuela en el cielo del color de tu piel al atardecer, eres pura y elegante y no lo puedes ver. Los ojos se abren, los colores del arcoíris son la clave; respuesta, señal, objetivo y necesidad. Salva la magia muda nereida, el hechizo final.

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