martes, 22 de marzo de 2016

Lagrimas de verano



Son los sonidos oscuros dentro de un gran cuarto al que la luz no puede llegar. La soledad repite los errores de su sino; carácter de un signo.
Una burbuja diferente a las demás, llena de sustancias increíbles, demasiado entera como para que pudiera caber en las demás. Más endebles, feas, simples, vacías, comunes.
Carácter particular, una belleza propia, invaluable, extraña. Mirarla y observar lo que no fue tazado, bien tratado. Un misterio de ser, no fingir, desprenderse del ayer.
Intimidar dentro de la intimida, fluctuar dentro de la verdad, mirar a la mirada. Todo y nada, miedo, esperanza.

Miro dos ojos que me destrozan, me abren sin tocarme, me atraviesan, me desintegran, me liberan. Muero y vuelvo al mismo lugar en un solo despertar, ella puede con ello, más y eso. Me ayuda sin comprender su propia propiedad mágica. Estaré para acompañarla y amarla, ser un mentor, protector. Excusarme de mi salvación entre sus brazos.

El pasado duro que se recuerda, él remarca una y otra vez un contorno deformado por las ansias. La vista fijada en uno mismo saña, las inseguridades de fallar a quien falla. Hija predispuesta, la mayor, la central, la única. El peso de soportar los títulos indispuestos de ser marcada.
Llorar en la oscuridad, perder los besos de sal, olvidar sin poder desprenderse de aquella realidad tan crudamente tatuada; continuamente por quienes juzgan al pasar. La correspondencia no correspondida, el ultimo eslabón impar, sobrante, perdido en si misma.

Pienso en su recuerdo mientras la miro. Igual a mi, un par, una esperanza, una salida, nuevas miradas furtivas. Amo la forma que tiene de pensar evitando mi cara, regresar para confirmar mi verdad dentro de sus dudas de mentiras. No cree, duda, es real. Anhela con temor lo soñado, lo que va obteniendo sin haberlo deseado.

~

Muero de la vergüenza por amar lo encontrado. Temo el dolor, temo dañar, temo ser inquisidor de innecesarias discordias. Enamorarse de dos estrellas en la misma reina. Prometer un amor profundo no pactado, dar todo sin recibir, dar a ciegas toda una vida previamente prometida a mi princesa.

Soledad, cansado de las profundidades insoportables de la paz. Nada, esperar, nada, hablar, nada; por algo que se podría dar. Incordiar a un amor que se lanza sin pensar tras miles de horas planificadas. Disparar al espejo que cuelga de la pared buscando asesinar al ayer. El reflejo de la perfecta mujer, el reflejo de lo que poco a poco muere, se va.
Cansado de una serie de genéticas que nunca cambian en lo esencial, cansado, pero con la esperanza perpetua de encontrarme con ella. Otro nombre propio, otra realidad, pero al fin un atisbo de felicidad real.
Totalmente mojado la veo enfermar sin que ella me perciba al entrar, al acercarme. Ignorando por completo lo mucho que la estoy sintiendo, ignorando lo que siento sin sentirlo en un momento tan nuestro. El primer vistazo, la saludo sin observar, me siento, pero no puedo escapar, su cara se encuentra de frente, y esa cara me esta mirando, y los ojos no parpadean, me observan, no hay vuelta atrás, ha ganado.

He muerto, pero quizás estoy dormido, muero, pero a la vez vivo. No duermo, ni muero, vivo, pero es más que simple existir. Estoy en entrega, plenamente por ella, a pesar de la mesa, a pesar de la gente que nos rodea, estoy allí, realmente allí, nos miramos, no paro de sonreír, aunque una dulce seriedad me reprime.

Creo en un instante algo trascendental, algo que tuve una vez, sin apenas recordar si fue o no real. Rocío, ella es capaz de hacerme sentir más vivo, la deseo, y la quiero, seré su amigo, ofrendo mi cariño. Su felicidad ayuda a la mía a creer. Me haces bien.