jueves, 8 de enero de 2015

Trecientos sesenta y cinco pasos


Intrincados caminos invisibles que se perciben, cada pisada es un juego de fe hacia lo desconocido. Mientras más arriesgamos y más avanzamos, más es el valor lo que nos hace continuar, jugando al juego que significa la vida entendiendo los matices que nos permiten dar aquel nuevo y único paso.
La duda regresa y con ella se frenan las corrientes que llevan el movimiento de la vida antera, todo queda atrapado en un periodo de solo blanco, un todo de incertidumbres frías, sin una lagrima o dulce carcajada creada del roce de unos dedos en zona absurda. Hasta las purezas cotidianas se tienden ha esfumar cuando la incertidumbre del ego atrapa. Los labios se cortan porque el miedo no se va, no se puede besar para encontrar la coherencia en los labios queridos, aquella razón por la que se hace de dos vidas un mismo camino. La sangre que hace brotar el terror de vivir manchan gota a gota la totalidad del mapa, y aquellos ojos que ven con detalles se ciegan por completo tatuando de rojo aquel paisaje primaveral creado del compromiso sentimental.

El novio, la pareja, el titulo innecesario de lo indescriptible. Dulces y hermosas palabras innecesarias buscando explicar lo que siento con tu mirar. Poesía liberada buscando ser lo que jamas podre expresar con firmeza, lo que obtendrás en tu vida entera si eliges mis brazos sobre el misterios inevitable del proceso de crecer. Formarte sobre los rieles del amor verdadero, un pacto eterno, una marca de colores sobre la piel que solo borraría el fin de los tiempos, ceniza por tu indiferencia, tristeza sin tu presencia.

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