martes, 22 de abril de 2014

Hechizo Bewick


Jocoso tintineo al anochecer, afables criaturas. Movimientos de aire forman delicadas olas de luz, jamas extintas en la oscuridad de una laguna.

En la juventud de una vida inmadura de goce y exceso, los beodos gimen apuestas de escasa hombría. Confuso el latente deseo.

La flecha asesina no danza ya con la misma gracia, fue clavada y nunca lanzada en un contra hechizo de cupido. Dos cisnes al alza, una promesa pactada, cruda esperanza.

Realidades que aflojan el despertar del soñar, violencia en el mal que finge serenidad. Coqueteos programados, diseños se belleza mundana, estructuras de la noble realidad.
El mal no camuflado crea presencia, rompe y actúa en la mímica habitual. La sangre negra confabula, desea aniquilar todo aquello que pueda alcanzar, atormentando todo lo bello que las hadas pueden contar. La simple verdad proclama, relampaguea un socorro de danza.

Los ángeles del lago surcan los reflejos, el espejo puro del anochecer de aguas cristalinas; lagrimas de reina lo llenan, lo abarcan, lo encantan, crean el escenario, un lugar y el final.
Plumas blancas, seda mágica, aletean, escapan, expresan en silencio todo aquello que desatan. Plumas negras se tiñen de carbón, correón su maldad, se vician con el llanto de las animas.
Enamoramientos reales, enamoramientos fugases, un pacto de amor verdadero, un sentimiento. Cuando el ultimo pétalo de ave caiga, dos se fundirán succionando consigo el ultimo aliento al mal.

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