domingo, 13 de abril de 2014

Una cita de invierno imaginaria


Un mundo caduco de vida quitando una, alejándola, atesorando su más pura esencia, su más ínfima lagrima. Fotografiando un instante al cruzarla con la mirada, fotografía literal un segundo después. El día a comenzado, un día de vida en nuestras vidas.

Melodías de compras, ruido humano de ambiente, mostradores y muestras. Los pasillos se alargan y la luz es plena, tu irradias como siempre tu propio sol, y miras y me miras a intervalos. Sentir es sentirte y en todo momento lo siento. Te acercas hacia un cristal arrastrarme de la mano. Te desprendo del abrigo, lo guardo, entramos. Feliz y avergonzada tocas la tela, mientras de la mano acaricias mi mano, las miradas se cruzan y se separan, las puntas de tus pies se elevan, tus ojos se cierran y tu labios se preparan, lanzas un beso que intercepto, me abrazas y dices que me amas.

Dulce aroma añejo, soñado a tu lado. Frente a los carteles, carteleras, te abrazo por detrás, observando y charlando sobre que poder mirar. Entre risas y desacuerdos algo nos interesa y optamos por comprar. Miro mi reloj que se sujeta a mi muñeca, miras el tuyo tras la pantalla, aun falta tiempo y me invitas a jugar, a las maquinitas de recreo que me quieres enseñar. Jugamos y entre tanto nos besamos. Escapan patadas, saltos, curvar, derrapes, tiros y besos, me siento feliz y no dejo pasar el momento de hacértelo saber. Estamos sentados en una maquina un poco privada, tú te sientas sobre mi, me abrazas, hablas, es especial, muy especial, entre los ruidos existe una gran calma que nuestra unión provoca aislar.

Butacas al fondo, un gran cuenco de maíz, soda doble, dulces, golosinas de sobra. Jugamos con la comida, la disfrutamos mientras esta por comenzar, me la das y yo a ti. Lo soñado deja de serlo, y pasa a ser algo aun más raro, lleno de una mística profunda del costumbrismo nunca vivido. Los sabores de mezclan en las bocas que se rozan y se besan. Todo se apaga, y la intimidad se vuelve oscura, la oscuridad hace que los dedos se entrelacen, la oscuridad cuenta otra historia, la oscuridad define el momento.
Al terminar el sueño vuelve a ser nuestro, y el sueño ajeno es comentado, el sueño ajeno gusto y formara parte de lo nuestro como un buen recuerdo.

Es temprano, queda tiempo, un patio de comidas o una casa vacía, tu mano me lleva del brazo hacia la opción. Supermercado, y muchas preguntas que solo el estomago quieres contestar. Algunos artículos son claros, otros no tantos, pero de algo estoy seguro, y es del helado.
El viaje de vuelta me muestra tú ciudad con otro aire y luminosidad, me doy cuenta mirando por la ventana que apenas nos hemos soltado de la mano, que apenas hemos desconectado. Algo hermoso me esta pasando, me estoy reenamorando.

La cena se prepara, lentamente, entre juegos y distracciones, suena música y se inicia el baile, miles de carcajadas. Bebemos bebidas heladas, disfrutamos y compartimos algo para nosotros inexistente en algún recuerdo. No finges tu felicidad que es bien pronunciada, mis lagrimas no fingen al brotar en un silencioso llanto.

Un sofá para dos cuerpos, un gato y un perro. Una mesa con comida calentita para contentar al corazón hambriento. En una cena lenta y dulce, aunque sea salada. Hay tantas palabras como silencios y miradas, un silencio abismal y grandioso, sin necesidad de romperlo por nada. De esa forma se comunica el amor.

Caemos rendidos en el sofá, abrazándonos el uno al otro. Entre una calma mágica, suenan de mi unas palabras que hablan sobre ti, una breve oración que proclama: Siento que mi vida comienza ahora contigo. Todo lo anterior fue un prologo mal escrito.


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