martes, 25 de noviembre de 2014

Esos baños de dos horas


Desnudando tu cuerpo, como si lo estuviera inspeccionando milímetro a milímetro mientras la tina se va llenando con agua caliente que desprende vapor. El jabón en mi mano es la esponja que recorre todo tu cuerpo, sin lugar donde el perfume que llevo conmigo en el tacto no logre llegar. El agua de lluvia corriendo por tu piel, llevándose mucho más que sudor, llevándose consigo todo, dejándonos solos. La espuma en tu cabello que electrifica de placer, ronroneas cuando todo el largo de tu hermoso cabello se llena de fragancia, de mis dedos bailando sobre las hebras de seda negra. Aquella bata, yo sentado en el retrete y vos en mi regazo, la toalla formando un turbante que imita la corona que el trato de princesa otorga. La crema en tu cara, en tu cuerpo, esa que yo expando para cuidar esa suavidad incomparable que no dejo de admirar a lo largo del día con roses y caricias. Llevarte a la cama y admirarte plena, eligiendo la ropa como si fueras un bebé, vistiéndote, amándote. Entre las sabanas yo me envuelvo en ti para acalorarte, para cuidarte, para mimarte y darte esa satisfacción que te dan la seguridad de mis músculos al rodearte en esas noches frías en las que te sientes tan segura.

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