Las palabras mágicas son sencillas, el billete de avión crea sonrisas.
La onomatopeya del reloj no se calla, parece que llama a los ojos para la mirada, una hora tatuada en papel esmeralda, es hora de descubrir la verdad del hombre entre llamas congeladas.
Atornillar la lengua en la boca de la infamia, purifica, calla, se llena de una miel opaca de virginidad probada. Mil estancias de mil ciudades quemadas, un solo pueblo en las montañas, paz de niña afligida, momentos perdidos rompen en lagrimas, el amor la calla, la ciega bajo la luz del sol en trances de columnas partidas, son de pájaros, de nuevo a la vida. Donde se confunden tranquilidad y soledad.
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