martes, 20 de mayo de 2014

Electrica


Pude esperar por 15 millones de años la llegada de un astro que trajera un polvo sagrado, producto de hielo evaporado, de luz y barro. Un cóctel de vapores cargados, de perfumes colmados de colores que bañaron la suave piel de tus labios.
Un nuevo sol que broto del espacio, un satélite de calor que bajo levemente rapido, descongelando la sangre de un espíritu cansado. Los peses se ahuyentaron, los delfines se acercaron. El mar enfrió lo que el mal no pudo, y caminando por el fondo las algas crearon un manto al desprenderse de las aguas. Un vestido animal y un cuerpo esmaltado en dorado se acercaron, observando con un rostro avergonzado mi rostro abrumado. La arena se cristalizo tras sus pasos, y su delicado cuerpo cayo en mis brazos, tan liviano como las plumas de un árbol invernando. Allí parado todo paso, pasamos del tiempo para conectaron en besos. La estrella fugaz se estrello en el alma que observo, siendo eternizada por un pacto, un mutuo deseo, y la realidad de miedos sinceros.

Dejo sus poderes guardados, se enfrió para estar a mi lado, contrajo su luz en tono acaramelado, tomo mi mano y me condujo a lo lejano.

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